La repetición permanentemente variada. Las seis melodías para violín y teclado (piano) de John Cage ETKIN, Mariano; CACIÁN, Germán; MASTROPIERO, Carlos; VILLANUEVA, María Celia

Por: Colaborador(es): Tipo de material: ArtículoArtículoDetalles de publicación: 2000-2001 Zaragoza: Diputación Provincial de Zaragoza, Servicio de Cultura,Descripción: 12 p En: Cuadernos de Veruela. Anuario de creación musical Núm. 4, 2000-2001, p. 77Resumen: RESUMEN: Análisis musical de "La seis melodías para violín y piano" de John Cage, compuestas en 1950, al igual que su Cuarteto de cuerdas en cuatro partes. Ambas obras constituyen ejemplos altamente representativos de la música compuesta por el autor antes de que se introdujera sistemas no convencionales de notación. En las dos obras, se utiliza lo que Cage denomina estructuras rítmicas, esquemas duracionales vacíos que se convierten en uno de los aportes esenciales del pensamiento musical del siglo XX, la duración aparece como el factor inicial y determinante de la macroforma. Cage establece a priori duraciones-en cantidad de compases- de acuerdo con una secuencia numérica que, por lo general, forma parte de las instrucciones que acompañan a la partitura. Con él se inicia-sin olvidar los aportes stravinskianos y el insoslayable antecedente de muchas obras de Erik Satie del período rosacruz-una aproximación diferente al problema de la forma. La repetición se revela en las secuencias de objetos y no en los objetos mismos, la mayoría de los cuales viene repitiéndose desde la primera pieza. Podríamos llegar a la conclusión de que John Cage, en la época de la composición de las Seis melodías para violín y piano, fue un compositor estructuralista sui generis. Esta obra al igual que otras del compositor norteamericano, trata acerca de la repetición de la repetición. La variación permanente, premisa fundamental de la música de Schoenberg, se transforma en Cage en la repetición permanentemente variada.
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RESUMEN: Análisis musical de "La seis melodías para violín y piano" de John Cage, compuestas en 1950, al igual que su Cuarteto de cuerdas en cuatro partes. Ambas obras constituyen ejemplos altamente representativos de la música compuesta por el autor antes de que se introdujera sistemas no convencionales de notación. En las dos obras, se utiliza lo que Cage denomina estructuras rítmicas, esquemas duracionales vacíos que se convierten en uno de los aportes esenciales del pensamiento musical del siglo XX, la duración aparece como el factor inicial y determinante de la macroforma. Cage establece a priori duraciones-en cantidad de compases- de acuerdo con una secuencia numérica que, por lo general, forma parte de las instrucciones que acompañan a la partitura. Con él se inicia-sin olvidar los aportes stravinskianos y el insoslayable antecedente de muchas obras de Erik Satie del período rosacruz-una aproximación diferente al problema de la forma. La repetición se revela en las secuencias de objetos y no en los objetos mismos, la mayoría de los cuales viene repitiéndose desde la primera pieza. Podríamos llegar a la conclusión de que John Cage, en la época de la composición de las Seis melodías para violín y piano, fue un compositor estructuralista sui generis. Esta obra al igual que otras del compositor norteamericano, trata acerca de la repetición de la repetición. La variación permanente, premisa fundamental de la música de Schoenberg, se transforma en Cage en la repetición permanentemente variada.

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